De regreso en su patria, se alistó en el batallón primero de Bolivia y se le asignó como destino la localidad de Cobija, en la región Litoral, de donde escapó, para luego ser confinado en la fortaleza de Oruro. Más tarde, el general Ballivián lo destinó a Tarija, donde conoció a su futura esposa, la Argentina Juana Manuela Gorriti, una mujer cultivada, aficionada a las letras y a las artes, con la cual Belzu tendría dos hijas: Edelmira y Mercedes. Manuel Isidoro Belzu tuvo una destacada actuación en la batalla de Ingavi, que le valió el ascenso al cargo de coronel. Asimismo, fue un destacado participante en los hechos militares del periodo de la Confederación. Un acontecimiento de corte personal desempeñó un papel destacado en el curso de la carrera política de Belzu. En efecto, en cierta ocasión, al regresar a su casa de Oruro encontró a su amigo, el general Ballivián, cortejando a su esposa. La indignación le llevó a disparar contra Ballivián pero no consiguió acabar con su vida. Este hecho marcó el inicio de una tremenda enemistad entre ambos hombres. De inmediato, el coronel Belzu se puso a las órdenes del presidente José Miguel de Velasco, que lo nombré ministro de Guerra. Más tarde, Belzu se enfrentó a Velasco y lo venció en la batalla de Yamparáez.
A partir de entonces, Belzu se transformó en un enemigo declarado de las clases dominantes de Bolivia, en particular de Ballivián y sus seguidores. Gobernó entre 1848 y 1855 y su administración se caracterizó por el enorme apoyo que le proporcionaron las masas populares lo que encendió aún más la oposición de los sectores dominantes, como lo demuestra el hecho de que su gobierno debió enfrentar más de 30 conatos y subversiones en diferentes distritos del país. No obstante, a pesar de la inestabilidad política que caracterizó ese periodo de la historia Boliviana, en su obra de gobierno destaca la revisión de los códigos Penal, Civil y de Procedimiento, y la reforma de los símbolos nacionales mediante la Ley del Congreso del 5 de noviembre de 1851, que establecía los colores del pabellón nacional (rojo, amarillo y verde). Agotado por las constantes luchas y enfrentamientos, renunció al poder ante el Congreso Nacional, que rechazó su dimisión, por lo que se vio obligado a convocar elecciones, el 1 de mayo de 1855. Al terminar su gobierno, viajó a Europa en misión diplomática, de donde regresó en 1865, año de su asesinato en La Paz.
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